miércoles, 1 de agosto de 2012

A rebosar de mierda

Me gusta hurgar. Hurgar en las personas. Meter la uñica en sus cabecillas y hundirla hasta al fondo. Y hurgar. A veces con eso es suficiente para que salga lo que hay debajo. Lo que todos tenemos debajo. La mierda. Porque hurgues donde hurgues, siempre hay mierda, siempre.
Aunque otras veces, no basta sólo con eso. Otras veces la labor requiere mayor perseverancia, mayor incisión. Más dedos. Lo que quiero decir es que con la uñica no basta. Hay ciertos individuos que están tan sumamente repletos de mierda, que ésta se les almacena en algún lugar remoto de su interior dónde nadie puede verla. Algo parecido al tejido adiposo que todos tenemos. Es asqueroso pero vital, imprescindible para continuar con nuestra patética y superficial existencia, llena de apariencias. Y de mierda, por su puesto. A rebosar de mierda.
Me gustaría ser una de esas personas a las que no hace falta meterles un dedo, ni dos, ni tres, ni cuatro, ni la mano entera para que se derrumben. Me gustaría ser cómo mínimo de la clase de personas a las que hace falta meterles un brazo entero, por ejemplo. O de las que te absorben por completo al intentar entrar en ellas. Personas misteriosas, escurridizas, fuertes. Pero que a pesar de todo eso poseen una inmunda mierda dentro, más grande e imponente que la que llevamos todos juntos, más voluminosa y densa que la superfície terrestre entera. Y sin embargo la esconden bien, muy bien. Saben tragársela por completo y hacer ver que no está. ¿No es admirable?

Por desgracia, conmigo con la uñica basta, para que empieze a vomitar mierda.
 "Los débiles deben morir", dijo.
Y yo caí la primera.

No hay comentarios:

Publicar un comentario